Amigos en el Campo Mientras el Humano Está

Por: Quisqualis

Interacciones biológicas

Las relaciones entre distintas especies se pueden definir según cuánto y cómo impacta la interacción sobre cada integrante. Este impacto es el resultado de los efectos benéficos y perjudiciales que la presencia de una especie puede tener sobre otra (Figura 2). La interacción entre una especie de maleza y un cultivo es de competencia sólo cuando ambas especies se perjudican. En cambio, es un comensalismo cuando una se beneficia (crece más o produce más descendientes) y la otra no se ve afectada. El parasitismo, la depredación o la herbivoría son interacciones en las cuales la especie que consume se beneficia y la consumida se perjudica. En cambio, los mutualismos son aquellas en las que todos los integrantes de la relación se benefician. Cada especie podría estar explotando a la otra (por ejemplo, un hongo sacándole a la planta los azúcares que no puede producir); sin embargo, por interactuar ganan más que lo que pierden. Por eso, también se los llama interacciones positivas. Un ejemplo es el de las plantas que producen flores y los animales polinizadores que las visitan y, sin saber, dispersan su polen. Es interesante remarcar que la mayoría de los cultivos que hoy nos alimentan no dependen de ellos: los poliniza el viento (maíz), se autopolinizan (maíz, arroz, soja) o se reproducen vegetativamente (mandioca, banana, azúcar). De todas formas, existen otros que producen más si hay más polinizadores si bien no los necesitan (girasol, café).

Las interacciones de a pares se modifican cuando otras especies e interacciones están presentes. Por ejemplo, un aumento en un enemigo natural de una plaga puede elevar el rendimiento del cultivo en forma de cascada. Este efecto “de arriba hacia abajo” en la cadena trófica es fundamental para el control biológico. Paralelamente, hay efectos “de abajo hacia arriba”. Por ejemplo, usar una variedad del cultivo más atractiva y comestible para el ser humano porque tiene menos cantidad de pelos o de compuestos amargos puede afectar directamente a nuestro enemigo, el herbívoro, que también reconoce la calidad de ese alimento. A su vez, este cambio podría impactar sobre el comportamiento de un enemigo natural de ese herbívoro, que usa señales de la planta para encontrar a su presa o para colocar sus huevos cerca de donde ésta come (Figura 3).

La ecología puede predecir cambios en la importancia relativa de las fuerzas en ambas direcciones dentro de la cadena trófica frente a diferentes actividades humanas. La aplicación de fertilizantes para reponer o aumentar la cantidad de nutrientes para las plantas impacta claramente sobre los herbívoros, que las encuentran más nutritivas, y sobre sus enemigos. También es esperable que aplicar un insecticida o reducir el número de refugios para los enemigos naturales de las plantas y de los herbívoros afecten los controles de arriba hacia abajo. Los refugios pueden ser fragmentos de vegetación nativa o bordes de un lote sembrado. A esta altura, quizás estén pensando que esto se puede complicar mucho más. Por ejemplo, también deberíamos considerar que se emplean otros productos químicos, como los fungicidas para combatir los hongos. Buenísimo. ¿Pensaron, por ejemplo, que en los agroecosistemas hay algunos hongos perjudiciales para los cultivos y otros benéficos para las plantas o para las hormigas? Sí, es así. Con esa mirada en mente debemos elaborar estrategias productivas que, a corto y a largo plazo, consideren a todos los componentes de estos ecosistemas.

La idea de que los ecosistemas más diversos son más productivos y estables es lógica si se tiene en cuenta que varias especies podrían cumplir una misma función. Esta superposición hace que el sistema sea menos vulnerable cuando se pierde una especie. Por eso, los pastizales naturales, que tienen muchas especies, enfrentan mejor a las plagas, a las enfermedades o a eventos climáticos si se los compara con las pasturas de una o pocas especies. Estos riesgos también los corren los productores que usan un único cultivo en grandes extensiones y durante muchos años. Por lo tanto, mantener o aumentar la heterogeneidad de la vegetación en el espacio y en el tiempo es una forma de reducir los riesgos.

Es normal que nos surjan nuevas y numerosas preguntas al considerar cómo responden los ecosistemas a la biodiversidad. Aquí sólo incluimos algunas que la ecología aún busca responder: ¿cuántas especies son necesarias? ¿Aumenta la estabilidad del agroecosistema a medida que crece el número de especies o hay un punto a partir del cual ya no hay efecto? ¿Qué es más importante: el número de especies o de qué especies se trata? ¿Existen otros factores más relevantes para el funcionamiento de los ecosistemas, como el tipo de interacciones, el origen de las especies (autóctonas o introducidas) o su tolerancia al estrés?